23 noviembre 2010

¿Y si te regalo una sonrisa?

Recuerdo aquella tarde como la más fría de todo el invierno. ¿La imagen se encuentra tan nitída en tu memoria como en la mía? Porque casi puedo recordar con toda exactitud cada detalle del lugar donde te conocí por primera vez. Asomaste la cabeza en el mostrador de aquella antigua libreria al oír tintinear la campanilla situada en la entrada y, cuando observé tus ojos a través de las elegantes gafas negras, mi mundo se trastocó por completo y mi corazón soltó un hondo suspiro hasta lo más profundo del alma.
Tu hermosura me embrujó hasta tal punto, que decidí pasarme por allí todos los días, para poder admirarte aunque fuera tan solo unos pequeños instantes. Las adquisiciones por mi parte fueron nulas, pero no parecía que eso te molestase en absoluto. Tan bonita, ¡tan especial!

Recuerdo una mañana que llovía y que, por culpa del trabajo, me encaminaba tarde a nuestro "encuentro" de cada día, cuando, a través del cristal observé tu dulce mirar lleno de pésame y unas perladas lágrimas recorrer tus mejillas. ¿Qué te ocurre, mi ser? Mi interior se resquebrajó en mil pedazos, pero decidí no mostrarlo en mi rostro, por miedo a tu reacción. Atravesé el umbral, cuyo mecanismo me sabía ya de memoria, y tú te mostraste cohibida, ocultando tu rostro con tu larga cabellera clara. No te ocultes de mí. Duele aquí dentro; en el pecho. ¿No nos conocemos  ya aunque desconozca cualquier identificación tuya? ¡Hemos bailado tantas veces el vals de las miradas encontradas y los latidos sofocados que he perdido la cuenta!
- Por favor, no llores.
Mi voz, en aquel momento, sonó como una suplica, a pesar de que intenté que se ocultasen las emociones que tan dentro de mí se batían en un continuo y eterno duelo.
Tú negaste con un ligero movimiento de cabeza, sin emitir ningún sonido de tus hermosos labios. Que ganas de abrazarte, protegerte y no soltarte nunca más. Si te secuestro, sólo si te secuestro para mí único deleite, ¿crees que la polícia se echará encima de mí?
Fue entonces cuando, con mi mano temblorosa, acaricié tu barbilla y obligué a que me mirarás a los ojos, por primera vez en todo el día. Tus enormes focos de visión se encontraban cristalinos y las ganas de besarlos para curarlos aumentaron más aún. ¿Quién fue el valiente que te regaló tal arma de seducción?
 - ¿Y si te regalo una sonrisa? ¿Me la devolverás con sus debidos intereses?
Y fue entonces cuando cumpliste mis más profundos deseos y me diste eso que tanto anhelaba. Mi corazón, de repente, se encontró hinchado de placer y, deslumbrado por ti, se sintió el ser más dichoso del mundo.
 Y yo, con él.

Recuerdo aquel día como el primero que me enamoré de ti. Y por ello, doy gracias al cielo por darme tal bendición. Porque eso es lo que eres: una pura, perfecta y única bendición.

2 comentarios:

  1. Hola Ninnete!
    Soy Cassie, y hace poco empecé un blog (he de decir que animada por la cantidad de blogs tan bonitos que he visto, incluido el tuyo).
    Me gusta cómo escribes. No es muy de mi estilo, pero, no se, hay algo en tus textos que me hace sonreír. :)
    Me gustaría que te pasases por mi blog, aunque aun no he puesto nada interesante (la verdad es que lo había dejado olvidado u.u) y me dieses tu opinión. Para mí significaría mucho.
    Un besazo Ninnete!

    P.D.-> Te sigo, y eres la primera, siéntete orgullosa ;)

    ResponderEliminar
  2. HOla guapaa! me encanta tu blog! todo lo que escribes, y la frase del final, me ha impactado mucho! me encanta =)
    te sigo, ok??
    un besitoooo

    ResponderEliminar